miércoles, 27 de junio de 2012

Yb

Allí estaba yo, como siempre.
Allí, en la barra, observando cómo nadaban mis sueños en el culo de mi vaso, viendo cómo todos bailaban y reían.
Y allí estaba ella, radiante, en el centro de la pista.
Se acercó a mí.
Joder, era hermosa. Era lo más hermoso que habías visto nunca. Pero tuve miedo.
Miedo de no saber bailar con ella, miedo de los peligros que encerraba aquella figura abstracta que se acercaba a mí, imparable.
Me invitó a bailar. Yo aparté la mirada de la copa, la miré a los ojos y acepté.
Bailamos mucho, mucho tiempo.
Puede que horas, puede que años...
Al terminar, se acercó a mí y me susurró "¿Ves? No era tan difícil. No tenías que saberte los pasos para bailar conmigo. Tan solo voluntad y saber afrontar riesgos: El riesgo de pisarme, el riesgo de que yo te pisara."
Me dio un beso y se fue.
No pude preguntarle por su nombre.
Pero hoy, aún con el rastro de sus labios en los míos, apostaría todo lo que tengo a que se llamaba Vida.

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