domingo, 18 de noviembre de 2012

Quiéreme.

Quiéreme. Manifiéstate de súbito. Choquémonos como por arte mágico en el Bukowsky un miércoles. Pidámonos disculpas. Intentemos tirar el muro gélido diciéndonos las cuatro cosas típicas. Invitémonos a bebidas alcohólicas, escúchame decir cosas estúpidas, y ríete. Sorpréndete valorándome como oferta sólida. Y a partir de ahí, quiéreme. Acompáñame a mi triste habitáculo. Relajémonos y pongamos música. De pronto avalancémonos como bestias indómitas. Mordámonos. Toquémonos. Gritémonos. Permitámonos que todo sea válido. Y sin parar follémonos. Follémonos hasta quedar afónicos. Follémonos hasta quedar escuálidos. Y al otro día, quiéreme. Unamos nuestro caminar errático. Descubramos restaurantes asiáticos. Compartamos películas. Celebremos nuestras onomásticas regalándonos tonterías simbólicas. Comprémonos un piso. Hipotequémonos. Llenémolos con electrodomésticos y regalémosle nueve horas periódicas a trabajos insípidos que permitan llenar el frigorífico. Y mientras todo ocurre, sólo quiéreme. Continúa queriéndome mientras pasan espídicas las décadas dejando que nos arrojen al hospital geriátrico. Inválidos mirándonos sin más fuerza ni diálogo que el eco de nuestras vacías cáscaras. Quiéreme para que pueda decirte cuando vea la sombra de mi lápida "Ojalá". Ojalá, como dijo aquel filósofo, el tiempo sea cíclico y volvamos reencarnándonos en dos vidas idénticas. Y cuando en el umbral redescubierto de una noche de miércoles pretérita, tras chocarme contigo me digas "Uy, perdóname." ruego que permita el Dios auténtico que recuerde el futuro de este cántico. Y anticipándolo, pueda mirarte directo a los ojos y conociéndolo muy bien, sabiendo el devenir de futuras esdrújulas destrozando de un pisotón mi brújula te diga "Sólo... Quiéreme."